Bilogía de romance paranormal +16
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Catherine Applewhite es la descendiente más joven de una larga y poderosa estirpe de brujas Wicca. Fue iniciada en el camino de la magia según una antigua tradición familiar y recibe por parte de los Dioses un poder psíquico que la obligará a estar constantemente en contacto con el mundo de los espíritus.
Su vida estará a partir de ese momento rodeada de leyendas, poderes sobrenaturales y seres oscuros llamados Demones.
Años después, conoce a Lorenzo, quien desencadena una serie de eventos importantes en los que Catherine descubrirá dos cosas que cambiarán por completo su vida:
Que el anillo y el diario de Ann Marie debían llegar a manos de la elegida y que ella es «La Elegida».
Mi nombre es Catherine Applewhite. Soy descendiente de una poderosa estirpe de brujas blancas. Mi apellido proviene de ellas, no lo consideramos como una revolución matriarcal. Para nosotros, llevar el apellido materno representa un honor. Fueron esas mujeres las que nos dieron la vida y es un homenaje que le hacemos desde tiempos muy remotos a la Diosa Gaia.
Todo lo que sabemos sobre magia, lo hemos heredado de generación en generación, incluyendo nuestros poderes. Sí, poderes que para los terrenales resultan «sobrenaturales».
Mi abuela me explicó, a muy temprana edad, que nuestra religión llamada «Wicca» data desde hace miles de años, cuando el hombre dependía de la cacería para vivir.
La naturaleza les resultaba abrumadora y sentían hacia ella un profundo respeto e inclusive un profundo temor, por ende, a cada cosa que ocurría en el ambiente, cada fenómeno natural (rayos, lluvia, sol, luna, corrientes violentas de agua, ráfagas de viento, etc.) les fueron atribuyendo un espíritu, convirtiéndolo así, en un Dios o una Diosa.
Los Wiccanos tenemos una religión basada en el amor y la alegría, porque somos parte de la Naturaleza. Un principio y una ley rigen nuestro día a día. El principio dice: «Haz tu voluntad, mientras no perjudiques a nadie». Y la Ley de tres dice: «Todo lo que hacemos bueno o malo, a nosotros vuelve triplicado». Con esto evitamos usar maldiciones, poderes o magia negra sobre los demás. Aprendí todo lo que necesitaba aprender para desarrollarme como bruja; incluso, las bases de la magia negra, aunque no necesitaré usarla porque sé que nada bueno sale cuando se experimenta con magia negra.
Nosotros no nos confesamos, tampoco podemos tener una absolución a nuestros pecados, porque para nosotros, los pecados no existen. Los Dioses esperan que nos enfrentemos a nuestros actos, cada acción genera una reacción o consecuencia y si fallamos, debemos examinar qué hemos hecho mal y el motivo que nos llevó a actuar de mala manera. Así, nos hacemos más conscientes y podemos evitar problemas en el futuro. Creemos en el destino, cuando algo está hecho para nosotros estará ahí en el lugar y tiempo perfecto, no creemos en casualidades.
Nuestros poderes sobrenaturales provienen de un antepasado que nació con unos dones maravillosos. Podía ver y hablar con los espíritus.
Lo que quedó oculto para las generaciones anteriores de los Applewhite es que también nacemos con una habilidad muy poderosa que se mantiene dormida y en algunos casos, no se desarrolla. La única manera de desarrollar nuestra adormecida habilidad es bajo la amenaza de muerte por parte de un Demone. Aparece como método de defensa y luego hay que aprender a controlarla, porque una vez que se activa, es imposible deshacerse de ella.
Crecí escuchando una leyenda que cuenta sobre el principio de los tiempos y de cómo un grupo asociado a los Dioses, se rebelaron, convirtiéndose en seres oscuros llamados Demones. Gracias a esa leyenda y a algunas experiencias vividas por nuestros ancestros, sabemos que estar cerca de un Demone resulta perjudicial para nuestros poderes. Nos llenan de energía negativa y pueden llegar a controlarnos.
En mi familia, las mujeres debemos estar siempre alerta ante la llegada de esos seres oscuros y evitarlos a toda costa, tienen un fin común: procrear con alguna Applewhite para dar vida a un ser en la tierra que sería causa de muchas desgracias para la raza humana y para el planeta.
Intentos, han existido varios en generaciones pasadas de las Applewhite, pero ninguno ha tenido éxito.
Los Wiccanos tenemos festividades importantes y los llamamos Sabbats. Son nuestros días sagrados y en ellos, celebramos diversos cambios de la naturaleza, las diferentes estaciones del año, los solsticios y los equinoccios. Es en estas festividades cuando damos las gracias a los Dioses por lo que hemos obtenido, hacemos peticiones, y en general, siempre celebramos con rituales llenos de magia y de comida.
Dentro de los Sabbats existe el Samhain, nací ese día, y el día que cumplí dieciséis años recibí las bendiciones de los Dioses, convirtiéndome en un integrante más dentro del círculo sagrado familiar.
Samhain, día del año para liberarse de las debilidades, el último día en nuestro calendario y también, día en el que la línea que divide el mundo sobrenatural y el mundo terrenal se hace más delgada permitiéndonos contactar con nuestros antepasados. Samhain para nosotros, Halloween para el resto del mundo.
Era un día muy importante en mi vida, no solo por lo que representaba para mi religión, sino porque además, cumplía años ese día.
Sí, nací en Samhain y eso no me pareció jamás relevante hasta que cumplí dieciséis años. Momento desde el cual, mi vida cambió por completo.
Ese día empezó muy temprano, eran las seis de la mañana cuando el despertador sonó.
Odiaba despertar tan temprano, pero, se trataba de mi día de cumpleaños y necesitaría más tiempo para arreglarme. Valía la pena hacer un esfuerzo si quería verme radiante.
Tuve que batallar con la calidez de mi cama que se negaba a dejarme levantar y apenas lo conseguí, me escabullí de ella sin siquiera verla. Sabía que si lo hacía, su revancha sería implacable y me atraparía de nuevo.
Mi habitación era bastante amplia, paredes blancas, una cama grande de estilo zen con mesas de noche a cada lado. A la izquierda de la cama, un gran ventanal con cortinas azul turquesa que no dejaban entrar la luz del día. Un TV colgado decoraba la pared frontal a la cama. Había un pequeño sofá que hacía juego con las cortinas y un escritorio en el que estaba mi ordenador portátil, algunos libros y una lámpara de acero.
Tambaleándome, fui hasta la ventana y corrí las cortinas. El día estaba gris, cosa que no era de extrañar. La mayoría de los días del año en Londres eran de ese color. Encendí el televisor y coloqué el canal del tiempo porque si quería verme radiante, debía saber el pronóstico para poder escoger mi atuendo.
Estuve un rato recostada del marco de la ventana disfrutando del paisaje otoñal de esa mañana. Tonos naranjas y ocres coloreaban el parque que estaba enfrente a la casa, aunque los colores lucían opacos por la falta de sol. Las escasas hojas en los arboles permitían ver algunas personas ejercitándose en la lejanía.
Sentía admiración por la gente que se levantaba tan temprano para hacer ejercicios. Yo no era buena candidata para hacer ejercicios, a ninguna hora del día, y agradecía que mi metabolismo me permitiera comer lo que quisiera sin tener que preocuparme por la talla.
El parque estaba muy concurrido esa mañana. Había gente trotando, otros caminando y un grupo haciendo yoga.
Mientras veía a través del cristal, mi mente empezó a pensar cómo transcurriría mi día. Tenía esa extraña sensación de que me ocurriría algo fuera de lo normal.
En Samhain, hacemos una ceremonia para celebrar el último día del año en nuestro calendario. Es un día especial para comunicarnos con nuestros ancestros y recibir algunos mensajes para el nuevo año de parte de ellos. La abuela siempre oficia la ceremonia y los mensajes los canaliza ella a través de sus pensamientos.
«¡Gracias a los Dioses!» porque me daba escalofríos el solo hecho de pensar, en que alguna vez, pudiera ver a alguno de mis antepasados siquiera saludándome.
Mi familia llevaba días comentándome que a partir de ese día, mi vida cambiaría un poco, debido a la iniciación que recibiría durante la ceremonia. La iniciación sería la bienvenida oficial a la religión.
«¿Qué tan diferente será mi vida, después de una bienvenida a una religión a la cual pertenezco desde que nací?» pensé.
El hombre de la TV anunciaba el pronóstico del clima y me sacó de mis pensamientos. Haría frio y habría probabilidades de lluvia al final de la tarde.
Saqué del armario unos vaqueros, un suéter de cuello alto y manga larga color beige, botas marrón oscuro y una bufanda del mismo color de las botas. Lo coloqué todo encima de la cama y fui al baño para ducharme.
Durante la ducha, me apliqué las sales «contra la negatividad» que me dio la abuela el día anterior para prepararme para la ceremonia. Siempre debíamos hacer lo mismo en nuestro fin de año.
La abuela aseguraba que eso nos protegería contra espíritus malignos en la ceremonia y durante todo el siguiente año.
Me vestí y tomé una pequeña caja de madera que contenía dos talismanes que la abuela preparó para mí.
Un Trisquel que se formaba por tres brazos en espiral que se unían en el centro formando una hélice. Representaba la evolución y el crecimiento. El equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu. El principio y el fin. La eterna evolución y el aprendizaje constante.
El otro talismán, era una estrella de cinco puntas o lo que llamábamos Pentáculo. Representaba protección absoluta y la unión de los cuatro elementos con el hombre. La unión de lo espiritual y lo terrenal.
Los dos estaban elaborados en plata.
La estrella era mi favorita, debía colgarla al cuello y el Trisquel, atarlo en mi muñeca derecha. La abuela me dijo que serían tres talismanes los que llevaría puestos ese día y que antes de irme a la escuela, me daría el tercero.
Abrí la puerta de mi habitación y me encontré con uno de mis hermanos.
—¡Feliz Cumpleaños, hermosa adolescente! —dijo Peter con su natural sarcasmo y me abrazó con fuerza. Peter siempre estaba feliz.
Yo no podía entender cómo una persona a esa hora de la mañana podía ser tan feliz.
Mamá decía que yo era la única en casa que necesitaba al menos nueve horas de sueño para poder despertar feliz en la mañana, aunque eso no era garantía para atraer mi buen humor.
Traté de apartar mi mal humor matutino y ser cordial con Peter, aunque no estaba segura de por cuánto tiempo.
—Gracias, Peter —sonreí.
—Dime algo, ¿Cómo dormiste?, ¿Descansaste bien? Hoy tendrás que ser amable y bien simpática con los ancestros, ellos deben bautizarte y si los tratas mal, tal vez te dejen sin bendición —dijo.
—Todavía es muy temprano para diagnosticar mi humor. Déjame en paz, aunque sea una vez al año —Le di la espalda y empecé a bajar las escaleras. Sabía que si me decía algo más, el poco buen humor que estaba reservando para el resto de la familia, se iría al mismísimo infierno.
Deseaba comer algo ligero esa mañana antes de irme a la escuela. Fui directo a la cocina en donde sabía que me iba a encontrar al resto de la familia.
La cocina era moderna, acogedora y amplia. El blanco predominaba en la decoración, acompañado de algunos detalles en acero inoxidable.
Siempre tenía un agradable aroma que lograba despertar el apetito de cualquier persona. Mamá y la abuela se divertían cocinando y lo hacían muy bien.
Las viviendas en Londres solían ser pequeñas, pero mis padres compraron esa casa por dos razones: estaba ubicada en una excelente zona y porque fue construida por un arquitecto Norteamericano que basaba sus diseños en amplios y cómodos espacios. Justo lo que le gustaba a mi madre, espacios amplios.
Además, sentía una profunda atracción hacia las decoraciones simples y elegantes, lo que hacía a los diseñadores de estilos Zen, sus predilectos. Ella decía que ese estilo gozaba de un equilibrio natural que atraía las mejores energías al hogar.
—¡Buenos Días! ¿Por qué tan callados? —pregunté sonriendo, porque tuve la sensación de que todos guardaron silencio apenas entré en la cocina.
La mesa estaba llena de deliciosa comida. Pan tostado, bacon, huevos fritos, un recipiente transparente lleno de frutas cortadas en trocitos, jugo de naranja y café. «Al diablo el desayuno ligero» pensé luego de ver el suculento banquete.
—¡Feliz Samhain y Feliz Cumpleaños, hija! —dijo mamá abrazándome—. ¡Hoy es un gran día en tu vida! Siéntate para que disfrutes del desayuno.
—¡Antes, ven para darte un beso, pequeña! —Me ordenó con amabilidad la abuela Prudence que me tomó entre sus brazos dándome un fuerte abrazo.
Luego les tocó el turno de felicitarme a mi hermana Allison y mi otro hermano Chris. Las felicitaciones iban y venían. Existían solo tres días al año en los que le permitía a mi familia llenarme de besos y abrazos: mi cumpleaños, navidad y año nuevo.
Cuando pensaba que ya había pasado la demostración de afecto por parte de ellos, mi padre se acercó a mí y noté que, entre sus manos, tenía una pequeña caja de madera oscura y brillante.
Me abrazó con fuerza y con ese abrazo, movió una delgada fibra de sensibilidad en el medio de mi pecho que me tomó por sorpresa, porque jamás pensé que yo podría sentir algo así.
Me parecía ridículo llorar y de hecho, no soportaba a la gente que lloraba en público. Ese sentimiento me oprimía muy adentro, tanto, que formó un nudo en mi garganta. Tragué grueso y ¡Gracias al cielo! el nudo se deshizo a tiempo.
—Hoy no es sólo tu cumpleaños, querida Cath. Esta noche, cuando estemos reunidos celebrando, entenderás que hay algo más allá de lo que podemos ver —Bajó la mirada, tomó mi mano izquierda y colocó en ella la pequeña caja de madera—. Esto ha pertenecido a la familia Applewhite durante mucho tiempo, muchas generaciones han llevado éste objeto sagrado, deberás colocártelo antes de la ceremonia.
La tapa tenía tallada una inscripción que me recordó a una vieja leyenda que la abuela solía leerme antes de ir a la cama cuando era pequeña. La escritura de la leyenda era exacta a la inscripción de la caja. Sabía que era la escritura de los brujos, «Tebano». Por falta de práctica, no entendía lo que decía.
Dentro de la caja, reposaba un anillo y no existían palabras para definir lo hermoso que era. Estaba elaborado en plata y se notaba a simple vista que databa de hacía muchos años, quizá «siglos», porque la montura del anillo era antigua y sostenía una hermosa piedra ovalada, sobresaliente, de color rojizo con destellos dorados.
Muy hermoso.
Lo tomé en mis manos y al colocármelo en mi anular izquierdo, pude sentir el frío del metal adaptándose a mi dedo, parecía que estaba hecho a mi medida.
Abracé de nuevo a papá
—Gracias papá, es hermoso.
—Agradécele a la abuela también. Ese es tu tercer talismán de protección para esta noche.
Abracé a la abuela. Ya no quería abrazar a más nadie, tenía hambre y quería sentarme a comer. Ocupé el puesto que por costumbre me correspondía, al lado de la abuela.
—¿Qué hacemos en Samhain? —me preguntó la abuela luego de tomar un sorbo de su café.
—Celebramos el fin de año abuela —respondí sin atención, mi atención estaba centrada en el delicioso desayuno que estaba disfrutando.
—¡Jovencita, creo que no estudiaste lo suficiente! —Levantó su ceja derecha, símbolo de que venía un regaño—. Samhain en nuestro calendario es importante. Marca el fin del año para nosotros y además, es una fecha en la que nos encontramos con los seres queridos que han fallecido. Es el momento de hablar con nuestros ancestros. Te daremos la bienvenida oficial al círculo mágico de la familia, en donde serás presentada como una adulta capaz de manejar tus emociones y sentimientos, siempre orientados al bien de la madre naturaleza, lo que indica que no deberás lastimarte, ni lastimar a otros. Espero que también entiendas que es el momento de pensar en cuáles son tus debilidades y sacarlas para que sean ellos —Levantó su dedo índice al cielo—, los Dioses, los que se encarguen de ayudarte a superarlas, ¿entendido?
—Ok, entendido —De pronto sentí… ¿Miedo? Sí, tal vez era miedo. Algo me decía que ese Samhain iba a ser muy diferente a los anteriores.
—Es normal que te sientas de esa manera —dijo la abuela apoyando su cálida mano en mi brazo y me sorprendió, porque el sentimiento de angustia, o miedo, yo no lo hice evidente—. La tradición nos obliga a enseñarte, desde tu adolescencia, quién eres, qué poder tienes y a qué viniste a esta vida. Tienes muchas dudas en tu interior y te entiendo, eres poco paciente, así que aprende desde ya a tener paciencia en la vida para obtener las respuestas a tus preguntas en su momento preciso. Y cariño…relájate —Sonrió—. Espera con ansias a que llegue la noche, porque va a haber mucha acción… ¡como a ti te gusta! —Rodeó mi cara con sus dos manos y sonriendo continuó—, el anillo está presente en nuestra familia desde hace siglos. Se les entrega a las adolescentes al cumplir sus dieciséis años ya que deberán usarlo en el próximo Samhain, para que sean reconocidas por los ancestros, reciban sus bendiciones y sus regalos. Representa el día y la noche. El Dios y la Diosa. Está hecho en plata y este metal ¿Representa? —Preguntó arqueando su ceja de nuevo.
—A la luna, la Diosa —le contesté llevándome un bocado de comida a la boca.
—¡Muy bien! y la piedra es una Feldespato Aventurinado, ¿Qué representa? —preguntó entrecerrando ambos ojos.
—Al sol, el Dios —contesté fingiendo una sonrisa.
—¡Exacto! Lo que representa un equilibrio perfecto, entre la noche y el día, entre lo positivo y lo negativo —dijo sonriendo—. Como diría tu amiga Rebecca, que en su filosofía de Feng Shui, es el YIN y el YAN, lo masculino y lo femenino… —la interrumpí, porque sentí de nuevo el miedo alcanzando mi pecho.
—Abuela Prudence, siento algo que no me…
—¡Caramba jovencita! No lo logro entender, ¿Por qué no quieres aceptar tu realidad? ¿Por qué tienes tanto miedo?
—¿Miedo? —fingí porque no lograba entender, cómo la abuela Prudence siempre conseguía saber a ciencia cierta qué pasaba por mí mente o qué estaba sintiendo en un determinado momento. Aunque todos pronosticaban que esa celebración-iniciación sería maravillosa para mí, no dejaba de invadirme una extraña ansiedad que se traducía en miedo.
Me recosté del espaldar del asiento, bajé la mirada, levanté mi mano y vi el anillo. Respiré profundo y fingí otra vez. De seguir así me convertiría en actriz, una muy mala por cierto, porque mentir se me daba muy mal.
—Abuela, no tengo miedo —Me veía con los ojos entrecerrados—. Es sólo que ya se me hace tarde para ir a la escuela —Eso si era verdad, ya tenía el tiempo contado—, y quería saber si podía lucir el anillo hoy todo el día, es una prenda espectacular y me encantaría que mis amigas pudieran verlo.
—Escucha bien lo que te voy a decir Catherine Applewhite, ese anillo es sumamente importante para nosotras, no debes perderlo, y tampoco debes lucirlo a toda la escuela. Otra cosa, no contradigas lo que te digo, si te digo que sientes miedo, es porque yo…
—Mamá —mi madre la interrumpió— no le des toda la información ahora. Deja un poco de la historia para más tarde —A veces no comprendía las cosas que decía mi madre. Una historia, ¿cuál historia?—. Déjale que se vaya a la escuela que de verdad se le hace tarde, sabes que no me gusta que llegue retrasada. Tendrán mucho tiempo para conversar y aclarar cosas, ¿De acuerdo? —dijo mamá y le guiñó un ojo a la abuela. Esa complicidad y el misterio entre ellas me causaban más miedo.
—De acuerdo —contestó la abuela que se volteó de nuevo hacia mí—. Llega a casa antes de las cuatro de la tarde. Recuerda que el viaje a la casa de campo es un poco más de una hora y no debemos retrasarnos, ¿Entendido?
—Ok, haré todo lo posible por llegar antes de esa hora a casa, recuerden que con los profesores uno nunca sabe. Nos vemos luego —dije diciendo adiós con la mano.
Ya no quería más besos o abrazos.
Apenas salí de casa me sentí aliviada. Sentía presión por el asunto de la iniciación y no me gustaba que me presionaran. Nadie me había consultado si era eso lo que deseaba. Aunque en el fondo, muy en el fondo, si ansiaba que llegara la ceremonia para que me iniciaran y así me aclararan una cuantas cosas que no lograba entender.
La abuela tenía razón y lo que sentía era miedo, pero miedo a ¿qué?
Nunca antes me sentí tan extraña y estaba segura de que mi familia se guardaba mucha información importante para contarme más tarde. Una historia, como bien lo dijo mi madre, que no lograría entender.
Una voz me sacó de mis pensamientos.
—Hey Cath, ¿Cath? —era Chris, tratando de captar mi atención. Todas las mañanas nos íbamos juntos a la escuela, que quedaba a unas pocas calles de la casa.
—¿Podemos hablar de camino a la escuela?, es decir, quiero preguntarte varias cosas. Necesito que me las respondas, sin rodeos, ¿vale? —Era la primera persona a la que le sonreía con sinceridad esa mañana. Chris siempre sacaba lo mejor de mí, era mi hermano favorito. Con él podía conversar de cualquier cosa. Era mi mejor amigo.
—Mmm, bueno, en lo que pueda te ayudaré, vamos —Me tomó de la mano y empezamos a caminar.
Chris era el tercero en casa, el menor de los varones. Era muy guapo. Casi un metro noventa de estatura, delgado, de piel muy blanca con una ligera tonalidad rosada en sus mejillas. El cabello rubio y liso, con algunos mechones que le caían en el rostro. Sus ojos gris plomo estaban delineados por una espesa capa de pestañas que le daban un toque sexy a su mirada, aunque su atractivo principal era la sonrisa.
Me causaba mucha gracia cuando Chris sonreía porque a más de una chica se le cortaba el habla, suspiraban profundamente y se olvidaban de lo que estaban conversando.
Estudiaba segundo año de psicología en una prestigiosa universidad de la ciudad y era el número uno de su clase. Yo notaba que hacía algún un tiempo —prácticamente desde que fue iniciado en Samhain— que su intuición ascendía y llegué a considerar, en muchas oportunidades, que perdía un poco la cordura, porque a veces, lo escuchaba hablando solo en su habitación.
—¿Hace cuánto tiempo fue tu iniciación? —le pregunté.
—Hace cuatro años, ¿Por qué?
—¿Es una tradición ser iniciados a los 16?, digo, tanto para mujeres como para hombres —pregunté.
—Es una buena edad para acostumbrarse al poder mágico —de inmediato se interrumpió tapándose la boca con la mano y abriendo los ojos con sorpresa.
—¿Poder Mágico?, ¿De qué poder hablas? —Tanto misterio a mi alrededor me confundía y me hacía sentir insegura, como odiaba sentir inseguridad.
En ese momento, el anillo que minutos antes me pareció un sueño, me estaba haciendo sentir el calor del mismísimo infierno. Cambió de temperatura sin ninguna explicación y me estaba quemando la piel.
—Ayyyy —me quejé y me lo quité—. ¿Qué diablos? ¿Por qué me quema?
Sin darme cuenta ya estábamos muy cerca de la escuela.
—Escucha, Catherine —Chris rodó mi rostro entre sus manos—. Estamos a punto de entrar en la escuela y no quiero hablar de esto aquí. Te prometo que de regreso a casa trataré de explicar lo que pueda. Hay cosas que te puedo contar y otras, tendrás que esperar a que sea la abuela quien te las diga, es una tradición en la familia. Y un modo de que empieces a cultivar la paciencia, cosa que tu no conoces —sonrió con dulzura, me dio un suave beso en la frente y continuó—. ¿De acuerdo?
—Supongo que no tengo más alternativas —Respondí algo cortante y seguí mi camino. Mi hermano trató de seguirme el paso, pero luego desistió, sabía muy bien que cuando me enfurecía era mejor que me dejaran sola.
Cierto, yo no conocía la paciencia, y conocía de sobra el orgullo.
¿Mal equilibrio? ¡Al diablo con el equilibrio!
Estaba cansada de tanto misterio, me sentía en una telenovela de esas en la que la protagonista que es pobre, se entera que es la hija de un millonario y todo se descubre en el penúltimo capítulo.
Apenas estaba pasando la entrada de la escuela cuando me topé con Nick.
—¡Feliz Cumpleaños! —dijo Nicolas Petersen el chico más guapo del colegio.
—Gracias, Nicolas. Disculpa si soy grosera , amanecí poco conversadora. Te agradecería que me dejes en paz ¿Está bien?.
—¿Por qué estás tan furiosa hoy?, se supone que estás de cumpleaños ¿No?
—Nicolas, sí, estoy de cumpleaños. Sí, estoy furiosa, ¡déjame en paz!
Desde ese momento supe que todo ese día iba a ser muy dramático. Se me hizo un nudo en la garganta y rompí a llorar como una idiota. No soportaba llorar en público y menos en frente de Nicolas, que me veía sorprendido. Debía pensar que estaba loca por la forma en la que lloraba. En vez de dejarme sola —cosa que le habría agradecido mucho para no sentirme tan avergonzada— me abrazó, apretándome fuerte contra su pecho y se permitió jugar con mi cabello.
—¿Qué pasa? ¿Por qué estás llorando? —preguntó muy dulce mientras me consolaba—. ¡Ah!, ya sé, mi mamá dice que unos días antes al cumpleaños se cierra un ciclo y entonces todo se vuelve como más intenso. Debe ser eso, que estás sacando todo lo que tienes guardado, para iniciar el nuevo ciclo solar en perfecto estado.
—¿Qué es el ciclo solar? —pregunté sollozando.
—Mamá es astróloga y siempre habla de eso. Yo no le pongo mucho interés a la astrología. No la entiendo. Solo repito lo que dice mi madre, que en el noventa por ciento de las cosas que pasan, tiene razón —dijo riendo.
—Es muy difícil de contar Nick, ya sabes, cosas de la religión en la que crecí —Me sentía un poco más calmada.
—Es la Antigua Religión ¿Verdad? —preguntó ansioso.
—Ehhh sí, desde hace algún tiempo la llaman Wicca. Lo que sucede es que hoy celebramos un Sabbat llamado Samhain —Nick mostraba un interés absoluto hacia lo que yo le decía, le expliqué un poco más—. Un Sabbat es una festividad importante en nuestro calendario. Tenemos ocho al año en las que se celebran diferentes cosas. Yo nunca he participado en Samhain dentro del círculo sagrado familiar, Hoy me tocará hacerlo, y ¡Tengo miedo! —Ahí estaba de nuevo la extraña sensación en el pecho—. Lo peor de todo es que no sé por qué siento miedo. Quería que Chris me explicara un poco en el camino a la escuela y por primera vez, me dejó más confundida de lo que estaba con lo poco que dijo, —Respiré profundo y me calmé por completo.
—Mi dulce Cath, es fascinante lo que me cuentas, ¿Por qué deberías sentir miedo? ¿Qué fue lo que Chris no te dijo?
—¡Ay Nicolas! Ya no sé qué pensar. Me habló de un poder mágico. ¿Puedes Creerlo? Mi hermano, el psicólogo, hablando de poderes mágicos. Es algo de locos.
—Tal vez aprendas a volar en escoba hoy —Soltó una carcajada. Con el chiste y su risa logró que yo me enfureciera otra vez.
—¿Sabes qué? No estoy para chistecitos estúpidos —Nick seguía con una sonrisa pintada en el rostro—. Y ya, olvídalo, no quiero hablar más del tema. Vamos a clases.

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Han pasado varios años desde que Catherine Applewhite decidiera darle la espalda al amor, por ser fiel a sus principios.
Conoce a Eros Nolan y decide darse una nueva oportunidad en el amor, pero la revelación de la verdadera identidad de una de sus mejores amigas, traerá a Lorenzo de nuevo a su vida y ella se dará cuenta que no puede luchar contra lo que siente por él… ya que sigue tan enamorada como el primer día.
En tanto, un asesino en serie le esta dando caza a mujeres que practican la nueva versión de la Antigua Religión, dejando frases junto a los cadáveres para que la policía científica de Roma arme el rompecabezas y descifre el mensaje completo.
Catherine es la encargada de analizar la caligrafía del asesino, sin darse cuenta que ella será la protagonista del ultimo asesinato.
Nada ocurre por casualidad… todo ocurre en sincronía perfecta con el universo.
Todavía podía sentir cómo el llanto de Lorenzo se desataba al verme salir de la habitación en la que nos encontrábamos, ignorándolo por completo; en una ruptura que no solo estaba afectándolo a él. Mi mundo se despedazó en ese instante, pero era necesario terminar todo de esa manera; nada de falsas esperanzas, nada de nos vemos un día y conversamos; o peor aún, lo que él me había sugerido, empezar de cero.
No, yo debía ser fiel a mis principios y además, después de todo lo ocurrido, en cierto modo, le temía a Lorenzo y a lo que fuera capaz de hacer. Lo mejor fue lo que hice; ser firme, dar por terminada nuestra relación y esperar no verlo nunca más.
Decidí encerrarme en mi apartamento, quería pasar mi tristeza sola y llorar cuanto me diera la gana. No recuerdo mucho de lo que pasó después de que saliera del despacho de Eric.
Sé que quería conversar con Eric y que me explicara sus misterios, vagamente recuerdo que me encontré con Axel en el jardín y le dije que me sacara de ahí, que me llevara a casa.
Cuando llegamos, me bajé del coche sin decirle ni una palabra a Axel, entré en el edificio, subí a mi apartamento y apenas cerré la puerta, sonó el teléfono.
Era Chris, recuerdo que solo le dije:
—Llama a Eric o Axel y que te expliquen ellos, yo no quiero hablar y quiero estar sola. Explícaselo a mamá. Adiós.
Y colgué la llamada.
A los segundos de haber colgado el teléfono, repicaba de nuevo.
No contesté, apagué el móvil y me senté en el medio del salón a dejar que fluyera el llanto causado por la tristeza que me oprimía el pecho. Qué tristeza tan grande sentía por dentro. ¡Por todos los Dioses! Era imposible que alguien pudiera sentirse tan mal en la vida. ¡Qué rabia me daba todo lo que estaba ocurriendo! ¿Qué podía ganar el Destino jugando con nosotros de esa manera?
No podía controlar mis pensamientos y mis sentimientos, eran un huracán grado 5 de emociones muy intensas.
Quería que, a toda costa, ese huracán se llevara cada recuerdo de Lorenzo, que arrasara con el amor que le tenía. Quería fuera de mí ese sentimiento y mientras más rápido, mejor.
Cuando amaneció y me vi en el medio de la sala echa un ovillo, entendí que ese proceso iba a ser largo, muy largo.
Estuve quién sabe cuántos días en pijama, con los ojos hinchados y rojos.
Nunca antes me dolió tanto una separación, quizá porque nunca antes amé a nadie de la forma en la que amaba a Lorenzo.
Cómo dolía pensar en él y saber que ya no existía nada entre nosotros.
Algunos días me quedaba dormida pidiendo que, cuando despertara, me encontrara en el yate en Mónaco. Que nuestra separación fuera solo una pesadilla. ¡Rayos! Sí que lo deseaba.
Tocaron el timbre de casa en varias oportunidades, yo nunca abrí. No quería saber quién era, o qué quería, lo único que quería era quedarme tranquila en mi sofá, consolándome a mí misma con dulces y películas románticas.
Mi apartamento era el único lugar en el que de seguro no me encontraría con Lorenzo y tenía pensado pasar una buena temporada ahí, por lo menos hasta que ya no pensara en él.
Con el pasar de los días, lloraba menos y pensaba que era un avance.
Una mañana desperté y tomé una larga ducha. Luego me abrigué bien con medias, pantalón y suéter. El clima esa mañana estaba frío. Fui a la cocina a prepararme una taza de chocolate caliente y luego, pensé en que debía llamar a casa; y quizá, encender el ordenador para hablar con mis amigas.
No estaba muy convencida de hacerlo, pero era lo mínimo que se merecían en casa. Y conversar con mis amigas me sentaría bien. Cuando ya el chocolate estuvo listo para servir, tomé una taza y…
—Catherine.
Me sobresalté. La taza se escurrió de mis manos directo al suelo. Me di la vuelta.
—¡Maldita sea, Axel! ¿Qué rayos estás haciendo aquí?
Axel se materializó detrás de mí en la cocina. Suponía que podía orbitar.
—Lo siento, no quería asustarte.
—¡Vaya! ¿Entonces por qué diablos no tocaste el timbre como una persona normal?
Él sonrió.
—Porque ya lo he intentado y tú no abres la puerta. Tienes a toda tu familia muy preocupada. Chris estuvo dos días durmiendo afuera en el pasillo. Tus padres aseguraron que si para dos días antes de Nochebuena, no sales de aquí, van a venir por ti, así tengan que derrumbar la puerta.
—Bien, entonces todavía me puedo quedar un tiempo más aquí.
Tomé otra taza y serví el chocolate en ella.
—¿Qué? —Axel me analizaba con tristeza en sus ojos—. ¿Quieres chocolate también tú?
—Cielo, ¿sabes cuántos días llevas aquí encerrada?
Respiré profundo. Sentía que se me hacía el ya conocido nudo en la garganta. Me iba a enfrentar a mi realidad y no quería.
Axel me quitó lentamente la taza de las manos y me llevó al salón, nos sentamos y me acunó en su pecho, acariciándome el cabello mientras yo dejaba salir un río de tristes lágrimas.
—No vuelvas a llamarme «Cielo» —dije sollozando—. Me recuerda a Lorenzo.
—Como digas. Debes pensar en que hay muchas cosas que te lo van a recordar. Y no lo vas a poder evitar, tienes que enfrentarlo.
—No pienso salir más de aquí, así no me enfrento a nada.
—Cath, tienes diez días aquí encerrada. Ya es hora de que salgas. Faltan pocos días para Navidad y supongo que quieres ir a pasarlo a Londres.
—No estoy para celebraciones, con nadie.
—¿Ni siquiera con nosotros en casa? Todavía no has conversado con papá de todo lo que quieres saber de él; y tampoco sabes mucho de mí.
Sonrió, tenía una sonrisa hermosa.
—De ti sé lo que tengo que saber; que eres un Enviado Alado, el enviado para mí.
—De eso hablaremos en otro momento, cie…, lo siento, Cath —guardó silencio un momento y su atención recayó sobre el desastre en el que estaba convertido mi apartamento—. ¡Vaya! Gracias a los Dioses que no se te notan los litros de helado que te has comido —reinaban los envases de helado vacíos, tirados por doquier.
Cuando fui consciente del desastre por primera vez en todos esos días, me dije a mí misma que tenía la casa convertida en un basurero.
Me dio mucha vergüenza con Axel. Yo era bastante ordenada en todo y el hecho de tener mi casa desordenada y sucia, me indicaba que me encontraba más deprimida de lo que creía.
—Siento mucho el desorden.
Axel me sonrió de nuevo y me guiñó un ojo.
—Está justificado solo porque sé que te sientes muy mal.
—No quiero salir, Axel —lo vi directo a los ojos—. No soy buena compañía para nadie.
Suspiré.
—A mí me pareces perfecta, así que si tú no quieres salir, podríamos quedarnos aquí, ver películas, comer helados y puedes hablar o llorar conmigo cuanto quieras —Me acunó en su brazos de nuevo—. No pienso dejarte sola otra vez. Ya te di tu espacio. Ahora quiero que hables conmigo y me digas todo lo que sientes.
Suspiré de nuevo.
—Es complicado, Axel. No sé cómo explicar la tristeza que llevo por dentro. He llegado a pensar que más que tristeza, es una enorme rabia hacia el destino, hacia todo lo mágico que me rodea. Dime algo, tú que eres hermano de los Dioses ¿Qué sentido tiene hacernos sufrir a Lorenzo y a mí de esta manera?
—El destino es independiente, Cath, no opera bajo órdenes de nadie y, usualmente, hace lo que le da la gana. Siempre sus acciones tienen una razón de ser. Supongo que en tu caso va a ser igual. Ahora es difícil y no lo ves claro; tú y Lorenzo tienen una misión y si el destino quiere que sean ustedes quienes la cumplan, así va a ser. Créeme, aunque tú hagas lo contrario, porque déjame hacerte entender que esto que estás viviendo es porque tú así lo decidiste.
Me separé de él y lo vi con los ojos abierto como platos.
—¿Me estás diciendo que he debido seguir mi relación con un Demone? Axel, ¡Por todos los Dioses! Eres un Ángel, un Enviado Alado, MI ENVIADO ALADO —levanté el tono de voz—, y me sugieres que siga amando y viendo al Demone. ¿Qué diablos pasa contigo?
—Pasa, que yo no estoy de acuerdo con ciertas leyes de los Dioses. Pasa, que a los Demones no los juzgo a todos por igual. Pasa, que a mí los Dioses me han hecho el más infeliz de todos los Ángeles desde el día en que me separaron de Anhabel y ¡Por todos los cielos! Cath, no quiero verte sufrir. Ni a ti, ni a él.
—¿Lo has visto? —pregunté.
Axel asintió.
—¿Y? ¿Cómo está?
—Puedes ir a verte en un espejo —me respondió—, él se ve igual que tú, solo que en versión masculina. Lo que no entiendo es, ¿por qué rayos rompiste con él? Catherine, Lorenzo te adora y jamás te lastimaría.
—Fui criada para huir de los Demones. Son los valores y los principios de mi religión y la respeto ante todo. Ya te he contado que uno de ellos casi mata a Ann Marie hace siglos y hace años, otro casi se involucra con la abuela. No me extrañaría que algún otro Demone haya intentado acercarse a mamá o a Allison. ¿Quizá tú podrías explicarme por qué extraña razón, los Dioses no pueden ver que un Demone se nos acerca? Pueden ver el futuro, por qué rayos no predijeron esto. ¿O por qué mi madre no lo predijo?
Axel me sonrió con cariño.
—Si lo hicieron, Cath, solo que nadie vio que Lorenzo era un Demone, cosa que es bastante extraña. Los Dioses usualmente detectan a cualquier Demone, pero contigo, al parecer, funciona diferente.
—Explícate mejor…
Axel alzó un poco los hombros.
—No lo sé, de hecho, nadie lo puede explicar y asumo que eso forma parte de ser la Elegida.
—¿Por qué nunca me dijiste que Lorenzo era un Demone?
—Porque no me correspondía a mí hacerlo. Luego de que Lorenzo y yo conversáramos en la revelación de la que él te habló, decidí que lo mejor era mantenerme al margen.
—Siempre supiste que era un Demone, Axel; y tu padre también lo sabía, ¿Por qué dejar que me enamorara de la forma en la que lo hice?
—¿Tengo que explicarte de nuevo lo del destino, Catherine? —Me vio directo a los ojos con seriedad—. Ustedes se enamoraron apenas se conocieron, llámalo amor a primera vista si quieres. Cuando llegaste a Roma ya estabas… mejor dicho, estaban enamorados el uno del otro.
—Bien, entonces ¿no crees que has debido decírmelo solo por el hecho de ser mi Enviado Alado? Primero, debes protegerme de los Demones y segundo, has debido intentar conquistarme.
—¿Quieres que empiece a conquistarte ahora? —Me guiñó un ojo y solté una carcajada. Me sentía bien riendo, ya casi se me había olvidado cómo hacerlo.
—No, ahora no. Pero antes, cuando te conocí y supiste que yo era la Elegida ¿Por qué no intentaste conquistarme?
—¿Me habrías hecho caso? —Yo negué con la cabeza—. Mira, Catherine —Axel suspiró y su semblante cambió por completo. Su mirada se entristeció cuando los recuerdos empezaron a aflorar en sus pensamientos—, es cierto que yo soy tu Enviado Alado, también es cierto que debemos formar una relación de pareja, no creo que eso suceda. Hace una buena cantidad de años me enamoré de Anhabel, una Antigua Agatho-Demone y aún sigo muy enamorado de ella. Los Dioses y sus absurdas reglas lograron separarnos y digamos que yo he bajado la guardia porque no sé a dónde rayos la enviaron. El castigo que me impusieron ha sido agotador, no he tenido descanso en Summerland, de hecho —suspiró—, no he podido quedarme ahí mucho tiempo. Apenas cumplo una misión, me envían de nuevo a la tierra con una nueva prueba. Lo que me ha mantenido fuerte es que cada vez que regreso sé, porque lo siento aquí —se llevó una mano a su corazón—, que aún sigue viva en algún lugar de la tierra y que en algún momento la encontraré. Para cuando eso ocurra, voy a luchar por ella… Aunque sea lo último que haga.
—¿Tienes alguna pista de en dónde se puede encontrar? —Lo miré preocupada, lucía afligido.
—Ninguna.
—Espera —dije cuando recordé algo que Lorenzo me dijo aquella vez—, Lorenzo me dijo que los Dioses la hicieron desaparecer o que eso fue lo que pensaron que hicieron. ¿Eso podría decir que Lorenzo sabe en dónde está Anhabel?
—Sí, a mí me dijo lo mismo. También me dijo que debía esperar, que cuando él investigara mejor o tuviera alguna nueva noticia, me avisaría.
—¿Y qué va a ocurrir cuando la encuentres?
Me vio y sonrió tiernamente.
—Vas a tener que conseguirte otro Enviado Alado.
***
Abrí los ojos y me pregunté cómo rayos llegué hasta la cama, me estiré y cuando giré la cabeza, vi a Axel durmiendo profundo a mi lado.
A duras penas recordaba que el día anterior conversamos y luego, vimos una película en el salón. Después de eso empezaba mi laguna, tal como me ocurría a diario desde la ruptura con Lorenzo.
Axel comentó que tenía diez días encerrada llorando ¿Diez días? No sabía cuánto tiempo necesitaba una persona para superar una ruptura amorosa, nunca antes pasé por algo así. Axel tenía razón, no podía quedarme encerrada en mi casa el resto de la vida.
Me consideraba una mujer fuerte y era momento de sacudirme la tristeza y retomar mi vida.
Me levanté con cuidado para no despertar a Axel, fui al baño y cuando me vi en el espejo entendí que estaba realmente mal. Tenía ojeras, había bajado de peso y estaba hecha un desastre.
Me duché y volví a mi rutina.
Tenía que hacerlo porque si no terminaría en un psiquiátrico.
No quería pensar más en Lorenzo ni en lo que consideraba Axel. Quería mi mente ocupada en otras cosas. Esa sería la mejor manera de olvidarme de Lorenzo.
Fui a la cocina y preparé tortitas dulces para desayunar. Limpié todo el desastre del salón y la cocina.
Quizá luego de desayunar, le diría a Axel que me llevara al centro comercial a comprar algunos regalos.
Nochebuena estaba muy cerca y yo no tenía nada que obsequiarle a mis seres queridos. Aunque no quería pasar las Navidades en Londres, Axel me llevaría a su casa.
También pensé que antes de salir, llamaría a mamá para hablar con ella y luego de las compras, pasaría por casa de Chris.
Me sentía mejor cuando organizaba mi día.
—Mmm, eso huele muy bien —dijo Axel dándome un beso en la mejilla—. Buenos días.
—¿Dormiste bien? —asintió con la cabeza mientras se servía una taza de café. Estaba despeinado, vestía un pantalón de algodón y una camiseta negra.
—Vaya —dijo luego de darle un sorbo a su café y viendo a su alrededor—, ¿este es el mismo lugar que ayer estaba hecho un asco?
Asentí sonriendo.
—¿Te sientes mejor?
—No, debo esforzarme en sentirme mejor. Además, pronto será Navidad y estas fechas me encantan. Quiero ir al centro comercial a comprar algunos regalos ¿me acompañas?
—Por supuesto ¿Irás a Londres?
—No, no quiero ir a casa. Quiero quedarme en Roma. Ir a casa va a hacerme rememorar todos los últimos acontecimientos cuando tenga que darle algunas explicaciones a mi familia y no me siento preparada para eso. Considero que esperaré hasta los días libres que tendré en primavera para ir a casa.
—Entonces pasarás Nochebuena con nosotros. No dejaré que te quedes sola aquí.
Era el mejor plan hasta el momento. Alejarme de mis emociones.
Seguía destruida por dentro, pero la vida debía continuar y eso era lo que haría.
***
La primavera llegó radiante a Roma. Aún seguía sintiendo un vacío absurdo en mi vida. Seguía soñando con el día en el que, despertara una mañana sin que mi primer pensamiento fuera Lorenzo.
En pocos días regresaría a Londres para pasar mis vacaciones de primavera con mi familia.
Y con mis amigas.
Hasta ese momento mantuve a todo el mundo al margen de lo ocurrido con Lorenzo. Mamá, papá y la abuela, se quedaron muy tristes cuando les dije por teléfono que no iría a Londres a pasar las Navidades con ellos.
No me creía tan fuerte en ese momento como para llegar a casa y contar todo lo que me había ocurrido y tampoco estaba segura de ser fuerte unos meses después. Ya no me quedaba alternativa, mi familia respetó mi decisión tan bien, que me parecía injusto seguir manteniéndolos alejados.
Sabía que Axel y Eric se encargaron de contarle muy bien a Chris todo lo que pasó entre Lorenzo y yo. Inclusive, le contaron del nuevo poder que adquirí cuando la Demone me atacó y, por supuesto, le informaron que Lorenzo y yo éramos los Elegidos para hacer un cambio en las reglas.
Al único de la familia al que vi fue a Chris.
Pasé varios días en su casa conversando de todo lo que sentía por dentro.
No solo le interesaba escuchar mi versión de los acontecimientos, también se mostraba interesado —y preocupado—, en saber cómo me sentía y qué pensaba de todo lo ocurrido. Algunas veces, cuando no aguantaba más la tristeza y me desahogaba con llanto, me acunaba en sus brazos y me consolaba diciéndome que todo lo que sentía iría pasando poco a poco y que llegaría el día en el que podría ver a Axel con otros ojos.
Que le diera tiempo al tiempo.
Mi hermano me apoyó totalmente en la decisión de romper con Lorenzo.
Al igual que yo, sabía que una relación con un Demone no terminaría bien y cuando supo que Axel era mi Enviado Alado, me hizo entender que tarde o temprano terminaría envuelta en una relación con él.
Claro, lo que Chris no sabía, era que Axel me veía como su hermanita menor. Y a veces me gustaba pensar en que las cosas cambiarían, que un día no muy lejano, Axel y yo empezaríamos a vernos con otros ojos. Sabía que aquello no dejaría de ser una fantasía, porque no me sentía atraída hacia él y evidentemente, en lo único en lo que él podía pensar, en términos amorosos, era en su amada Anhabel.
Mis visitas a casa de los Bergman fueron escasas y por la manera en la que evadía el tema de todo lo ocurrido, Eric decidió que esperaría para contarme todo lo que quisiera saber sobre él. Yo sentía que ya quería saber qué escondía, qué secretos guardaba. Quizá así lograría que regresara la presencia de Ann Marie a mi vida, porque desde noviembre no sabía nada de ella y la extrañaba.
Mientras organizaba el equipaje, tomé el diario de Ann Marie —el verdadero— y lo guardé en un cajón de mi armario. El solo verlo me hacía revivir el momento en el que lo estaba leyendo y Lorenzo entraba a la habitación.
Sentí una punzada en el estómago.
—¡Estoy en casa! —Axel gritó desde el salón que su llegada poco habitual a casa para que no me sorprendiera verlo aparecerse de la nada.
—Estoy en mi habitación, ven.
Se recostó del marco de la puerta. Me acerqué y le di un beso en una mejilla.
—¿Quieres café?
—No, estoy bien. ¿Necesitas ayuda con eso? —dijo sonriendo y señalando toda la ropa que tenía sobre la cama—. Espero que decidas volver pronto, porque por la cantidad de ropa que piensas llevarte, me da para pensar que no vas a volver sino hasta el año próximo.
Sonreí. Era verdad, ya tenía una maleta que dudaba que pudiera cerrarla y aún no tenía todo lo que necesitaba.
—Estaba pensando en que quizá quisieras acompañarme a Londres.
—Me encantaría, aunque no lo considero un buen momento.
—¿Por qué no es un buen momento? —Suspiré—. Axel, voy a tener que revivir cada momento que tanto me he esforzado por apartar de mi mente en estos últimos meses. Y voy a tener que hacerlo dos veces, con mi familia y con mis amigas. De verdad me ayudaría mucho que estés conmigo.
—¿Consideras que es buena idea que tu Enviado Alado te acompañe a explicarle a tu familia —y a tus amigas— lo mucho que amas a Lorenzo y lo mucho que sufres por no estar con él?
Asentí con un ligero movimiento de cabeza.
—¿Estás consciente de que mi presencia ante tu familia haría que ellos piensen que entre nosotros hay algo?
Lo vi directo a los ojos.
—Eso quizá es lo que quiero que piensen, que pueden sentirse tranquilos porque tú estás a mi lado.
Suspiró y me abrazó.
—Me parece una locura, Catherine. Pero, está bien, te acompaño; solo si prometes no involucrarme en una conversación de chicas entre tú y tus amigas.
—Prometido.
Me di la vuelta y seguí arreglando mi equipaje.
—Entonces termina con esto y vamos a comprar un pasaje para mí.
Yo sonreí y Axel supo de inmediato lo que indicaba mi sonrisa.
—¿Ya tenías bien organizado este plan no? —dijo sonriendo.
—Sí, ya tienes un pasaje comprado. Cuando termine aquí vamos a tu casa a preparar tu equipaje y así aprovecho a despedirme de Eric y Anevay.
—Papá está haciendo una barbacoa en casa para despedirte.
—Me encantan las barbacoas y me muero de hambre.