No había tiempos para ella, para digerir el porqué una relación acababa, cómo se sentía con eso, por qué temía a la soledad.
A enfrentarse a sus propios pensamientos. A conocerse.
Temía encontrar, en su interior, a alguien que no le gustara y por eso siempre estaba acompañada.
Quizá puede traducirse esto a esas parejas que siempre salen juntas en dobles o triples citas.
O esas parejas que se convirtieron en padres y olvidaron ser pareja, necesitando que los hijos siempre estén allí con ellos porque son los que generan conversación, ruido, risas.
Sin ellos, se acaba el matrimonio porque ya no saben de qué hablar, qué los motiva como pareja, cómo seducirse, robarse sonrisas. Olvidan aquellas cosas que tenían en común.
Después de que Elizabeth Gilbert detecta su problema, decide que, esta vez, será diferente y se toma un año completo para ella, para encontrarse a sí misma en un año sabático que la llevará a recorrer tres países.